Vuelve la ausencia para
devorarme.
Yo me hago clavel
y la confundo.
Adobe, huérfano
de pájaros, también
puedo ser humedad
en tu ventana.
Entre el horizonte
y las horas
vibra la rosa.
Atrapé el tiempo,
esta noche, y me hice
minuto.
Este pájaro me
dice que soy casa.
Además, y después de mi gran Amor,
a vos también te recuerdo.
Me destraza esta noche quieta
de belleza. Toda ella es Trazo.
Cuando no alcancen estas categorías,
con qué otras mentiras diremos
que comprendemos el mundo.
Catedrales de ausencia,
cuerpos sin paz, y a su
pesar, soy esta mujer
radicada piel,
horas,
húmedo temblor.
Elegimos el Lenguaje, ese que viene a golpearnos en reversa,
y nos interroga.
Te presto mis hombros, a veces la carne aloja
tanto como la
Palabra.
¿Y qué clase de Amor te tendría? Prefiero amar sin clase.
El Universo bosteza, me lo dicen las estrellas esta noche de malvón y viento.
La pregunta inaugura la mordida fatal del tiempo y esta estampida infinita de segundos.
Lanzados a la segunda intemperie:
construir un mundo, habitarlo.
Le ganaré al olvido,
olvidándolo.
La hierba lucha con su verde, cada amanecer.
Desnudo, el silencio se habita como un Adán sin Paraíso.
Peregrina, penitente de amor,
tejiendo memoria.
Se dijo eternidad, era orfandad.
¿No es lo mismo acaso?