Ancló dentro, en el filo del mundo.

Corría los abismos hasta su borde,
para mirarse.

Si todo es río o es antorcha

dónde remo mi sombra.

La eternidad llora su exilio,

obsequia tiempo por 
intemperie.

El infierno no es fuego,
es una voz que disputa
al Silencio.

Todo dice de mí, y nada,
este cratilo de silencios.

Un pedazo de honra y su pedazo

se dieron cita en el revés de

una sobra. Y fue Navidad.

Es distinto porque tengo memoria

y lo incesante no lo arrebata de sí.

Ganaron la sombra los suspensivos la interlínea, 
el silencio grita en la boca del instante.

En el fondo de mí hay otra

misma que me dice

-aquí estoy, yo te sostengo.

La encontré en su propia esquina

acodada de sí, el mentón en el pecho

Era yo en la hora descalza.

Adónde van las sombras que no somos

Al despeñadero de soles, en solitario.