Alma, pon tus puñales de sangre en otras
manos, no hay ruido atroz ni medusa
de sal que alcancen el cristal de este Mundo
Hay un llano ardiendo de ecos, algunos
remotos clavados en la sombra, sólo eso.
Ya vuelven la espiga y el sigilo, y esa estrella
solitaria que respira, nos espera.
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