Nos consolábamos diciendo Madrid, o con la boca
que contaba los días y la lluvia. Vivíamos en
las llaves
que iban cayendo, mirando los relojes sin
confundir
el tiempo. Hoy los Mundos cayeron al asfalto,
no hay pronombres, no hay árboles, hay la
pequeña
noche en un jardín insistiendo rosas.
Nadie es peor que sus sueños, entonces, soñemos.
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