No me gustan las esquinas que no esperan a nadie.
Contaba una leyenda que el hombre del cigarrillo apagado esperaba en largas horas de desesperanza la única lumbre imposible del universo. Contaba, también, esa leyenda que era su desesperanza, pretenciosa de sorpresas, la que inventaba cada día la oscuridad de esa esquina. Y así, entre lumbre y ausencia, cada noche, la esquina inventaba a su hombre para que él inventara, a su vez, esa tal desesperanza.
Sólo así la esquina ganaba diariamente su derecho a la oscuridad.
Sólo así la única lumbre imposible del universo ganaba su derecho a brillar en algún lugar de la bóveda celeste.
Un hombre convocando un imposible desde su cigarrillo, desde una suela apoyada perpendicular a la misma pared, noche a noche, mes tras mes, año tras año.
Un hombre, con una desesperanza tan pretenciosa y obstinada, que fue capaz de inventar la única lumbre imposible del universo, aunque ésta nunca haya podido encender su cigarrillo.
"DECIRES (BREVES ENSAYOS POÉTICOS EN PROSA)". CORREGIDOR.
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