Eva fue dicha, luego
los milenios
esa desobediencia fundó
cada amanecer
Paraísos perdidos,
encontrados
Soltarse y rozar, así los días
del pecado y de la sed.
Ardió como un grano,
entre comillas,
como una gota al sol
En puntillas y entre certezas
regaló ese puñado de
polvo de dios a cada
rincón amarillo
Vivimos del estupor puesto
al costado
por qué no agradecer al
menester del polvo su
tarea de entrega,
por qué no abrir las puertas
que dan a los rincones
a los que no llegan las voces
o los rostros.
Llegaste,
eras ese río extenso golpeando
sigiloso,
llegaste en simetría a mi
momento de cigarras y
nubes de puñales.
En ese arco,
justo en su mitad, una virgen
de carne hacía cataratas,
los iris sigilosos custodiando
todos los costados.
Llegaste con el nombre
abandonado en algún
sueño
y yo entendí esos extravíos.