Llegaste,
eras ese río extenso golpeando
sigiloso,
llegaste en simetría a mi
momento de cigarras y
nubes de puñales.
En ese arco,
justo en su mitad, una virgen
de carne hacía cataratas,
los iris sigilosos custodiando
todos los costados.
Llegaste con el nombre
abandonado en algún
sueño
y yo entendí esos extravíos.
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