El niño de pan
un cosmos implacable
un cerrojo,
la jura de los Dioses en
horas de ternura olvidada
No habla esa vereda
No habla el diente voraz
Él calla y mira, aprieta
los puños.
Para otros son los abrazos.
El signo es la cornisa diaria
ese borde sin pecho.
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