Entre sonidos y timbres habitamos
una prosa perdida
Escuchemos esos versos
su ritmo, su dolor,
miremos la tierra sin solemnidad
En este otoño sin alas
la boca es ave.
Escucha con el cuerpo,
el oído es un perro, un instinto
un Dios breve, la línea que la lleva
a la danza contraria.
La lengua hace su sed de decir en
avidez abstinente, un Mundo se
sustancia entre balbuceos.
El perro cuida el fuego de esa danza
que combate la cosa, la especie se
encuentra con la especie,
ahí es el Templo.