Corre como un río, lleva tatuada
la desnudez de la Ciudad
mide el aire y el peso de cada piedra
La inocencia son los ojos olvidados,
los minutos quietos se recitan solos.
Morir a medias es un bostezo.
Hay que encender antorchas entre las migas, marcar el camino, correr la frase de lugar, que los ojos sean una casa, un óleo que mira y hunde secretos. En esa pausa, busca la boca y la puerta, es tarde, ya es orilla.