Textos desde 2007 a la actualidad.

Brevedades. Que los Trazos sean flechas
como las que arroja el Inconsciente cuando
nos deja arrojados.
..........

Y el infinito Trazo se sigue escribiendo.
Escrituras sin publicar.

16 noviembre, 2007

Orsái.


No sé si alguna vez supe lo que es quedar adentro, en la posición correcta, paradita ahí,  en donde el mundo puede estar derrumbándose y uno sale con el pellejo sano, como si los milagros fueran cosa cotidiana.
Generalmente, me ocurre lo contrario, a esta loca alma mía se le da por andar curando las heridas de los perdedores, por olvidar afrentas si ese alguien tiene una necesidad y por ser abogada de cuanta causa perdida llega al despacho de su corazón.
Por otra parte, nunca pude disimular un enojo, es más,  puedo cometer el pecado de la ira si, a mi parecer, la situación lo merece y, en estos casos,  no miro ni mido frente a quién, sólo me importa la justicia del acto. Con esto no reivindico la tempestad de mi temperamento, que es, creo, uno de los aspectos que no han sucumbido a la sabiduría de los años.
Soy una jugadora que siempre está en posición adelantada, o fuera del lugar esperado, en off-side, en orsái.
Es que en las zonas de la cancha en las que quedo colocada,  indebidamente para las reglas,  siempre son las zonas en las que mora, implícita o explícitamente,  alguna forma del dolor, y,  generalmente allí,  nadie lanza ninguna pelota para seguir el juego.
No sé si este sea mi demorado y pertinaz rasgo adolescente a corregir, tampoco sé si de ese rasgo quiera crecer alguna vez.
Yo sé que,  cuando quedo en orsái,  prefiero el silencio, yo me entiendo, sé que algo justo está ocurriendo, aunque, circunstancialmente, mis compañeros de equipo se enojen.
Total,  ya lo decía Manzi:  “...que el alma está en orsái, che bandoneón.”

"Decires (Breves Ensayos Poéticos en prosa)". (2003), Ed. Corregidor.

La lumbre imposible.

No me gustan las esquinas que no esperan a nadie.
Contaba una leyenda que el hombre del cigarrillo apagado esperaba en largas horas de desesperanza la única lumbre imposible del universo. Contaba, también, esa leyenda que era su desesperanza, pretenciosa de sorpresas, la que inventaba cada día la oscuridad de esa esquina. Y así, entre lumbre y ausencia, cada noche, la esquina inventaba a su hombre para que él inventara, a su vez, esa tal desesperanza.
Sólo así la esquina ganaba diariamente su derecho a la oscuridad.
Sólo así la única lumbre imposible del universo ganaba su derecho a brillar en algún lugar de la bóveda celeste.
Un hombre convocando un imposible desde su cigarrillo, desde una suela apoyada perpendicular a la misma pared, noche a noche, mes tras mes, año tras año.
Un hombre, con una desesperanza tan pretenciosa y obstinada, que fue capaz de inventar la única lumbre imposible del universo, aunque ésta nunca haya podido encender su cigarrillo.


"DECIRES (BREVES ENSAYOS POÉTICOS EN PROSA)". CORREGIDOR.

Paradojas y Oxímorones.

Cuando invento palabras me cubren los excesos, ésos, que cuando no están, dejan a la realidad dibujada sobre un segmento sin dimensiones.
En verdad, no amo los excesos, prefiero la austeridad de la condición humana, pero es tal esta condición, que no hay forma de aludir a su austeridad si no es desde los excesos.
Entonces, diría mejor: amo los excesos de la austeridad. ¿Y esto sería una paradoja o un oxímoron? Tal vez un oxímoron, pero tampoco importa.
Cuando digo te amo, digo poco, o digo demasiado, y eso sí importa, porque no es lo mismo un amor austero que un amor en exceso. Entonces, sé que el oxímoron sería un puñal en el pecho de ese otro, si yo le dijera, por ejemplo, te quiero con la austeridad del exceso. El amor no comprende de oxímorones, apenas los padece.
Acá el viento pega en la ventana, como un exceso, y, sin embargo, es una precariedad habitual del mes julio en estas latitudes.
¿Cuál es el exceso, entonces, cuando una palabra se inventa para poder nombrar tanta precariedad?


"DECIRES (BREVES ENSAYOS POÉTICOS EN PROSA)". CORREGIDOR.

Hábitos.

Esta vieja costumbre
de atrapar silencios
y ponerlos
entre los zapatos
entre las enaguas
entre las palabras.
Sigue mi hábito antiguo
de hacerme de cristal
el corazón.
Asciendo el tobogán
por donde todos lo deslizan,
desmenuzo sentidos
con mi usado
molinillo de café
y revuelvo sus camisas
buscando la última tibieza.


"DESAMPARO DE LOS DÍAS". CORREGIDOR.

Aún.

Si como un relámpago
un puño emerge
de la sombra
y me deja sin mundo
y sin días.
Si naufragan los últimos
vestigios,
las primeras señales,
los empeños no alcanzan
y el destino invierte
los términos.
Si amanezco entre
escombros
en el cero
más atrás del comienzo
aún quedará
la palabra.


"DESAMPARO DE LOS DÍAS". CORREGIDOR.

04 noviembre, 2007

29 octubre, 2007

27 octubre, 2007

Desde el fin de
la historia, que
es su
comienzo,
camino descalza
sobre ficticias
muertes,
como Godiva,
pasto y piel.
-Soltá ese barrilete,
hilo.
Hoy el papel es
cielo
y el destino
todo
aire.
Soy este libro que
se escribe y me
escribe.
Sólo ahí los
pájaros
cantan.
Por qué te voy a
dejar,
ausencia,
si me funda este
vacío
porque me funda
ausente;
y así puedo
regresar,
como llegando.
Para qué guardar
palabras.
Prefiero abrirme
en cada
hoja y
equivocarme.
La casa de los
comienzos
dice,
pero ya no hay
oídos tempranos
que la
escuchen.

19 octubre, 2007

Excusa.

Bebo las palabras
que cuelgan de mis labios.
Son pájaro,
migran,
erran.
Si se van
pierdo el primer rostro
de mi alma.
No quiero consagrarlas,
quiero destinarlas,
colgar el milagro
desde los dedos de mi mano
a esta esperanza blanca
que es mi verdadera
voz.

DESAMPARO DE LOS DÍAS. CORREGIDOR.

26 septiembre, 2007

Breve paréntesis.

Apaguemos las voces
del mundo
y encendamos la página en blanco
del silencio,
por un breve tiempo,
hasta que esas voces
se ordenen
según su jerarquía,
hasta que nuestros espacios
mal habitados
se purguen
y el adiós sea
una forma más de la siembra.
Apaguemos por un rato
el mundo
para volver a encenderlo
a todas luces,
con las voces verdaderas,
las que le hablan sólo
al corazón.


"Desamparo de los Días".
Si no me pusiera
Palabras
huiría de mi sombra,
y mi sombra
se espantaría con mi
ausencia.
A veces me siento
con la fragilidad de la
fortaleza.
A todo me acostumbro,
presa de ausencias,
me denuncio
en el vértice.

19 agosto, 2007

Los Lugares del Paso Ligero.

Lugares a los que hay que llevar multitudes y darles refrescos, lugares vernissage, en los que se festeja la letra o el pincel cuando declinan su trazo, para inmortalizarse en un puro ahora de espumantes y canapés. Un ahora-espacio de murmullos incomprensibles.
El trazo, la letra, el pincel, que sólo son por destino y necesidad, por la fatalidad irrevocable del decir, festejados fuera de su derrotero.
¿Qué supo Van Gogh de estos lugares ligeros?
¿Qué murmullo pudo escuchar su oreja, arrancada de cuajo? ¿Quién vio sus amarillos, mientras desgarraba la misma tela, tantas veces, denunciando la miseria?
El mismo lienzo pintado sobre sí, y la desesperación y el destino de decir.
¿Qué saben las multitudes vernissage sobre los campos, los rostros, las habitaciones, pintadas unas sobre otras?

¿Quién festeja, luego de su consagración, las pinturas de abajo, las que no se ven?

"Decires (Breves enssayos Poéticos en prosa)". Corregidor.

19 julio, 2007

Paradoja.
El Velázquez inverso.
Cuando escribimos
sólo denunciamos
la propia
ausencia.

Gracias Rolando Revagliatti por esta conversación con tu Poesía.

15 julio, 2007

14 julio, 2007

Estación de Luces.

Estoy aquí.
De tu mechón,
amadamente
rubio,
me quedan las mejores
sedas.
Ahora soy una estación de
luces
que comprende y
anuncia.
Soy,
otra vez,
la vertical andanza
de la sombra.
Suelto la barca.
Ya nos llevó,
a vos,
en esa ida,
y viajamos juntos.
Tomo por obsequio
mi regreso.
Desde mi Estación
de Luces
veré siempre
tu Faro de Silencio
y entenderé sus
señales.
Si quiero decir
tanto,
por tantas estaciones
transitadas,
hay un solo
camino.
Decir Breve.
Ese borde
perfecto
imperfecto
que nos deja
vacilando
entre el valor y el
abismo.

12 julio, 2007

Alimento Balanceado.

Están en las colas de los bancos, son los primeros de la primera hora, del primer día de pago de cada mes, según número final de documento que no los documenta para calificar.
Están en la cola del tiempo, en la cola de la cola de la vida, en esa parte del cometa que no vemos en el viaje. 
Esperan sin ser vistos, esperan sin esperar.
Mirarlos es conjugar el futuro imperfecto, el tiempo del horror que cae fuera de toda gramática.
Los miramos poco para no mirarnos cuando la cinta avance. 
Hoy pasé por la vereda de doña Mercedes, había olor a comida de abuela. Fue día de cobro, día de alivio y bizcochuelo.
Del uno al catorce de cada mes se turnan en colas como rondas litúrgicas, ocupan las veredas recién húmedas, quiebran sin quebrar.
La casa bizcochuelo, casa abuela, casa plato único, se descascara, mientras al lado, la familia chalet, familia madera y vidrio, familia fondo y pileta le prepara a Fido su infaltable alimento balanceado.

"Decires (Breves ensayos Poéticos en prosa)". Ed. Corregidor. 2003.

23 junio, 2007

No me cambio por nadie.

No me cambio por nadie.
Tengo la palabra.
Me sustento en la idea.
Mi corazón alberga
a todos los que amo.
Tengo cabello castaño,
ojos café
y algunas marcas
en el cuerpo
y en el alma.
Soy diferente a otros
pero siempre
siempre
siempre
igual a mí.

Reemplazos.

Hay una avaricia
de palabras.
Un apetito de sumarlas
como monedas
y rodarlas indefinidamente
de un poema
a otro.
Hay también una avaricia
de poemas.
Un afán de multiplicar
sentidos
y circularlos
de una mano
a otra.
Hay finalmente una avaricia
de manos
pero esas no se suman
porque caen
en la hendidura.


De * Desamparo de los Días*. Ediciones Corregidor. Año 1998.

Vendedor de Pájaros.

Vendedor de pájaros
soy tu enamorada.
Ahora cautivo
nadie pone alondras
en las ventanas.
El hombre de los ojos
transparentes
se puso la noche
en la piel
y no hay quién amanezca
pájaros y alondras.


De "Orillas del Mundo". Ediciones Corregidor. Año 1996.

Hacia adentro.

Caí hacia adentro.
En el fondo de mí
hay una niña
que te espera.
El barco que nos llevó
no me regresa.


De "Orillas del Mundo". Ediciones Corregidor. Año 1996.

30 mayo, 2007

Encore.

Me quedaría hablando aunque nadie escuchara. Me quedaría escribiendo aunque nadie leyera. Seguiría pensando aunque todo envileciera . Me quedaría amando aunque amar estuviera fuera de toda política vital. Sería Épsilon entre los Alfa, y si todos fueran cóndores elegiría conservarme gorrión. Me quedaría con el gusto diario y la cuchara incompleta en la mesa de la panera. Me quedaría oliendo aunque del Mundo quedara sólo una enorme planicie.
Estaría allí donde el vendaval arreciara. Me quedaría aunque todos se fueran.
Me quedaría, quedando. Resistiría, resistiendo. De puro obstinada... tal vez.


De "Decires (Breves ensayos poéticos en prosa)". Corregidor.

15 mayo, 2007

La tentación de
prolongar
la acción de la
escritura, y esa
caída
posterior
que siempre llega
tarde.

22 abril, 2007

Sos el trazo de mí.
Soy el trazo de vos.
Y aún creo
escribir.
Me equivoqué del Mundo.
¿A quién le dije te quiero?
Soy un texto de marcas
y signos.
Carne impresa.
Historia de palabras
y amores.
El resto,
lucha.
La gran papelera de
la historia
abunda de trivialidades.
El amor pierde
a veces
las diagonales,
y sólo queda
esa Ese
dolorida y
muda
que se instala
entre dos seres
que se
amaron
o se aman,
quizá.


Gracias Tute,
tus Páginas de Humor Gráfico, todo Poesía, se me vuelven Palabras.
Así de loco, así de taquigráfico, así de antipoético,
así de poético , así de poco,
así de tanto.

07 abril, 2007

Sin embargo.

¿Con qué escribo este
poema?
¿Con la palabra o
con el vacío que dejo
detrás de ella?
En el lugar inasible
queda inscripto
el anti poema,
la anti idea.
Y sin embargo
creo haber sujetado
los conceptos.
Escribo desde la letra,
desde la roca vertical
de la cordura.
Y finalmente
este poema está
atrás,
en ese otro espacio,
en el hueco.


De "Desamparo de los Días". Ediciones Corregidor. 1998.

Enunciación.

Hablo de la fragilidad
de la rosa
y la nombro,
en todo su destierro
en el sonido absoluto
de la palabra rosa.
Hablo del poder del león
y lo nombro,
en toda su presencia
en el sonido absoluto
de la palabra león.
Y cuando me tengo que
nombrar
me falta el alfabeto
y los ojos que miran
hacia adentro.
Cuando me tengo que nombrar
quisiera que la rosa hablara.


De "Desamparo de los Días". Ediciones Corregidor. 1998.

04 abril, 2007

Descubro un alfabeto
nuevo.
Me bastaba uno
y la vida entera
no

alcanzaba.
Mañana será tarde
para esconder ese viejo
prendedor de sueños
en alhajeros ajenos.
Mejor esta panera que
acusa la verdad
cotidiana entre guardas y
mimbres.
Hoy puse un rosal
en medio de las rocas
y el mantel azul.
Le rogué a la ausencia
que faltara a su cita.

03 abril, 2007

Bosteros.


Se jugaba la Intercontinental. Por América, Boca. Por Europa, el Real Madrid. Lugar, Tokio.
Iba camino a mi jornada diaria, y me enfurecía pensar que, con el país en una cornisa,  un partido fuese más importante que todo el futuro.
Las calles estaban desiertas y los bares y confiterías estallaban de gente. De fútbol entiendo poco, soy de Independiente por afinidad con alguien de algún momento de mi temprana adolescencia. Vicente era “bosterito”.
Ya había doblado a la derecha en la Avenida Belgrano. Se jugaban los últimos minutos. Si el Real Madrid no hacía un gol, Boca ganaba por dos a uno. El gol del Real no llegaba. El asfalto parecía potenciar el silencio. De pronto se cumplió el tiempo, Boca se consagra Campeón Mundial. Entonces la calle estalla de bosteros, desde los autos, desde las bicicletas, desde los bares, desde... Se me hizo un nudo y se me dio por extrañar.
Es cierto, son una plaga, pero yo todavía no pude descolgar de la cocina el puto banderín que colgó, pese a mi protesta, ni pude sacar el imán que colocó de prepo en la heladera, y no es porque le haya levantado un santuario, todo lo contrario, pero a Boca no la pude erradicar de casa.
Así son estos bosteros de mierda, se te meten en el alma para no salir jamás de ella.

De (Decires "Breves ensayos Poéticos en prosa)". Ed. Corregidor. 2003
Era trigo azul
en una aldea sin nombre.

Viento.
Nadie respondió.
Aún el tiempo no había
comenzado.
La pena sale al cruce
de cualquier
luna,
habla cuando no
se la espera y
convierte

en Planetas
cualquier
charco.

Es de Seres pacíficos
dar esas memorables
batallas.
La luna cayó de su
sombra,
perdió su certeza de
balcones
y espejos,
descreyó de las esferas,
abandonó su
inocencia de mole,
de cemento.
Cae y calla
dolorida,
gozosa,
esperanzada.
Hoy la luna nos mira.
La mañana me ve
amanecer
y yo entiendo
su duda.
No sé qué pensar
de mí
después de haber
crecido al amparo
de tan dulce
infamia.
Cuentan los glosarios
la parte de lo dicho
que se esconde.
Por algo las palomas
eligen el ala y no
la tinta.
Un barrilete que no busca
su color oculto
y no interroga a la mariposa
que no fue.
Si el amor me tomara
de rehén
otra vez,
tantas,
no sé con qué
palabras le hablaría
hoy,
otra vez.

Carta de vos.

Buenos Aires, un día, siempre.


Esta carta que escribo para no escribirte. Para insistir en la imposibilidad de que ésta, otra, alguna carta exista y sea un medio capaz de abarcar algo de mi palabra, de vos, de mí, de algún pasado nuestro.
Sería infame pretender conocer tu dirección actual pero las cartas no están hechas para no ser mandadas; entonces, es infame y doloroso que desgrane palabras por este agujero infinito de tu invierno. Y sin embargo, lo pertinaz persiste, mientras otros papeles tuyos se desordenan en mi escritorio.
¿A dónde te envío mis señales absurdas de destino después de casi doce años? Absurda yo, en realidad. Irreverente de tiempo. Yo, que sigo sin entender del todo el agujero de tu invierno, que no sé de verdades reveladas, que quisiera cambiar la rotación de este planeta y descender la escalera del tiempo hasta vos, para encontrarme en tus enojos y tus amores de mí, por mí; en la que fui de vos, por vos y de mí.
¿Qué me explicaron de escaleras temporales y de inviernos, los días del amor? ¿ Con qué argumento me quedo hablándole a la vida de tu pelo castaño y tu mechón dorado? ¿Con qué memoria que me desconozco sostengo tanta memoria de vos, y te sigo hablando en el silencio, en la absurda esperanza de que estalle la cuarta dimensión en medio de nuestra cama de ayer, que ya es sólo mía? ¿Con qué locura extraña y sabia el amor encuentra sus espacios para persistir después de tanto invierno? ¿Cuál es la trampa de tu nombre que me dejó enredada en esas siete letras que sigo amando, en ese orden maravilloso que su cadencia indica? Y no hay otro, y yo me desconozco en tal obstinación, pero así es este laberinto de tu nombre de ayer, que sigue irrumpiendo en cada presente indefinido, infinito.
¿A dónde van las cartas sin destino cierto, a qué extraño buzón, en qué boca atemporal arrojo estas palabras de siempre y para siempre? ¿En dónde te cuento que la vida sigue, y es buena; que, como te prometí, yo estoy tejiendo y destejiendo los futuros que no tuviste? Vos, todavía, me debés algo de olvido, amado Vicente.

Tu Amor, siempre.
Allí,
donde la flor recoge
su color
y dice que el Mundo
se reduce a la mano
o a la sed,
alguien elige
saber.
A Paloma todo
se le vuelve
acto.

El vuelo de la esquina,
sus manos de
candado.

Paloma quedó con
su nombre atado
al eterno
movimiento,

quieta
en su velocidad,

apresada en su
acontecer.

Paloma se precipita.
Paloma no comprende.
Una amapola busca
su azúcar.
El balcón de
la sombra
del árbol
busca su morador.

Todos pretenden.
En la orilla
habita la primera

Palabra.
Del otro lado están
las trampas del
lenguaje.
Miente,
la paloma miente
con el descaro del
ala.
La mentira se cree
paloma
y la paloma cree que
no existe.
Cómo darle sombra
al tiempo,
a los huesos
queridos.

Cómo darle cobijo
a la intemperie.
He amanecido, oscuro dato,
bajo mi propia mirada
bajo mi propia miseria.
La tinta insiste,
dice que alguien me
escribió antes;
y yo,
que sé que mis yemas
palpan,
no le creo a este designio
que me reduce
a sesgo.
Palabras que habitan
fuegos
y un colibrí de panza
anaranjada
en la baranda.
Ese doble vértice
donde pendulan
la cosa
y la palabra.
Me despierto,
tengo un alfabeto húmedo
incrustado en la piel.

Soy el trazo que vuelve, no,
soy apenas el trazo.

07 marzo, 2007