Decir precavido y vestir andrajos,
vivir en la desolación y defender
el cuchillo que lo troza.
El hambriento esencial no tiene
brújula ni memoria,
ofrece sus vísceras al verdugo en
ofrenda inconfesable
Nadie lo arropa ni lo alumbra
No se alumbra
Suele ser otro verdugo suyo, y
de los otros.
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